Buscó. Encontró. Luchó. Cambió.
No lo tuvo fácil.
Nunca lo es cuando apenas se tienen recursos de esos que hacen supuestamente todo más cómodo y fácil, en especial mover a una familia con cuatro hijos menores.
La historia de Tatiana se escribe con V.
Valencia la vio partir, tras unos meses sufriendo lo que no está escrito, como tantos otros españoles, a causa de la crisis socioeconómica que se está viviendo.
Sin poder realizar su trabajo en un restaurante, el marido en el paro, cuatro hijos que tirar adelante.
Villerías de Campos la acogió. A ella y a su familia. Un hogar. Un club social para regentar. Un trabajo a jornada parcial. Un colegio en el pueblo de al lado.
Una vida tranquila lejos de estrés, amistades que no convienen, situaciones que nadie debería presenciar. Aún menos cuando se es niño.
¿Cómo se cruzó Villerías de Campos en su camino?
Quiso el destino, la casualidad o porque no podía ser de otra manera que Mariano, el alcalde de Villerías, asistiera a una reunión de presentación de Proyecto Arraigo el pasado 4 de agosto en Husillos, Palencia.
De esta reunión, cuyo objetivo era (y es) tender la mano a los pueblos que se rebelan contra el goteo incesante de despoblación que les cala, año tras año, ayudándoles a acoger, arraigar y vincular a los urbanitas, respetando su idiosincrasia; salió una oportunidad para colaborar.
Mariano, alcalde, emprendedor, ganadero con un importante rebaño de oveja churra y artesano gastronómico (elabora uno de los mejores quesos de Tierras de Campos: Campos Góticos), vio que era buena sazón para presentar la vacante que justo se había quedado libre en el teleclub de Villerías de Campos.
Para un pueblo, cerrar esta actividad significa comprometer el epicentro de la vida social de sus vecinos.
Dicen que quien camina solo, llega más rápido. Quien lo hace acompañado, en cambio, llega más lejos.
Lo cierto es que, acompañado de Proyecto Arraigo, Mariano ganó velocidad y acortó distancias.
A los pocos días, ya se habían seleccionado cuatro familias para esta vacante.
La familia de Tatiana era una de las candidatas.
Tras la primera criba en formato videollamada, quedaron dos familias.
Tatiana compartía la candidatura con otra familia de Málaga.
A pesar de ser semifinalista, seguía sin tenerlo fácil.
Sin apenas recursos, sin medio de transporte, con cuatro hijos, generaba muchas dudas.
Si se pone enfermo uno de los hijos: ¿Cómo se va a desplazar?
En un pueblo de 47 habitantes, sin servicios, este tipo de situaciones cobra una importancia vital.
Tanto es así que se descartó su candidatura.
– Lo sentimos, Tatiana. No va a poder ser. Seguiremos buscando otras opciones – le comunicó Almudena, quien la acompañaba en esta aventura desde el segundo día que se puso en contacto con Proyecto Arraigo, en busca de una vida mejor para sus hijos.
Sin embargo, ni la una ni la otra se doblegaron ante tal decisión.
No.
No habiendo compartido tanto. Risas. Lágrimas. Presión. Infinitas llamadas.
Tatiana siguió demostrando su tesón, lucha y compromiso por ayudar al pueblo y no ser ninguna carga.
– Tenemos moto, Almudena. Diles que nos movemos en moto. Que no hay ningún problema – pugnaba Tatiana.
Además de la fuerza que mueve a una madre cuando están en juego el presente y el futuro de cuatro niños, Tatiana contó con un gran aliado: el instinto de Almudena.
Ese instinto que conecta sin fórmulas, fruto de un interés por los demás genuino y libre de filtros.
Inapelable ingrediente para un proyecto social donde se ponen en juego las esperanzas, los sueños y las realidades tanto de urbanitas que quieren/necesitan iniciar una nueva vida, como de los pueblos que los esperan como agua de mayo.
El 12 de septiembre Tatiana, que nació para crecerse ante la adversidad, visitaba con su familia el pueblo que finalmente les abría la puerta a una nueva vida.
A los seis días, con ayuda de un vecino de Valencia que las llevó en coche, desembarcaba en el pueblo junto con sus dos hijas pequeñas.
El resto de la familia, una semana más tarde.
Qué momentos tan duros para todos. Qué cúmulo de emociones.
Para los hijos mayores: sentir la natural frustración de verse arrancados a la fuerza y de la noche a la mañana de sus amigos, de las calles de Valencia.
Para los padres: ayudar a sus hijos en este proceso y asentarse ellos mismos.
Pero ahí están. Lo han conseguido.
– La vida viene como viene y hay que cogerla por los cuernos – dice Tatiana.
¿Cuántas familias han podido transformar la crisis del 2020 en una nueva oportunidad?
Para Tatiana y sus hijos, el 2020 significará para siempre un antes y un después.
De perderse en las calles de una ciudad que se volvía cada vez más inhóspita para los seis a encontrarse en el cambio y unirse en el campo.
– Ahora estamos más tranquilos. Nos ha cambiado el carácter. Mis hijos han crecido. Han engordado. Estamos bien. El pueblo nos ha unido más como familia – cuenta Tatiana con voz firme y sosegada, transcurridos ya los primeros tres meses en su nuevo hogar.
Consciente de que aún les queda mucho camino por delante para estabilizarse del todo.
Consciente también de que aquí todos tienen opciones.
Ella, gestionando el club social. Su marido con un trabajo parcial con el que arrancar. Su hijo mayor con la posibilidad más adelante de aprender un oficio si lo prefiere a estudiar. Su segunda hija, aplicada y excelente estudiante, seguir con esas buenas notas que le llenan de orgullo. Sus dos pequeñas, disfrutando de una vida tranquila con alegría y esperanza.
Villerías de Campos se encuentra, caprichos del destino, en la comunidad de Palencia, cuya grafía difiere de su Valencia natal de solo una letra.
Una letra que lo cambia todo.
P de pasión, persistencia, positivismo, prosperidad.
Podríamos recorrer todo un diccionario para describir esta historia de determinación, de lucha, de generosidad y de humanidad.
De entre los miles de palabras recogidas, nuestra mirada se posaría en estas cuatro:
Arrojo. Propósito. Tatiana. Vida.
¿Y la tuya?