“Un sueño no cambia nada. Una decisión, todo”

“Un sueño no cambia nada. Una decisión, todo”

Esta frase no es mía. Pero encaja, como anillo al dedo, con lo que pasó un jueves de septiembre. En concreto, el 17 de septiembre.
Ese día poco podía imaginar yo, al levantarme, que una decisión no solo cambiaría todo, sino que me acercaría al sueño de tantos años.
Al sueño compartido y anhelado con mi pareja, Roberto.
Un proyecto de vida nueva.
De cambio.
De campo.

Justo como promueve el Proyecto Arraigo, con quien el rey de los buscadores quiso que me cruzara esa mañana de jueves cuando, decidida a ir a por nuestro sueño, se me ocurrió buscar algo así como “pueblos para repoblar en España” en la red.

El destino lo puso el primero. O solo tuve ojos para él. El detonante para darme cuenta de que los sueños no esperan (la vida, aún menos) fueron 9 meses en contacto con una de esas enfermedades que asusta con solo oír el nombre, mucho más cuando se convierte en un diagnóstico, al lado de un ser muy querido.

La agilidad, la atención y el cuidado por hacer las cosas bien hechas hicieron el resto. Esa misma tarde ya había hablado con dos personas del Proyecto Arraigo, oído hablar de varias opciones interesantes y recibido un mail con información específica de los pueblos que más encajaban con lo que buscábamos.

¡Daba incluso vértigo!Recuerdo perfectamente la emoción al rellenar el formulario con nuestros datos. Al enviar un mail para pedir información. Al recibir la respuesta de Almudena con un “llámame a este número y te explico”. Al comentar a Roberto que había enviado el contacto y ya iba a hablar con ellos. Al hablar y reír con Almudena, quien humaniza tanto el primer contacto.

Y luego con Juan, quien te acerca los pueblos que casi puedes tocarlos: claro, preciso, con pasión y abierto a tantas posibilidades.
Después de ver los vídeos y la información, lo teníamos claro.

Santa Eulalia de Gállego era el pueblo que más encajaba con nosotros. Por su ubicación (Aragón está en el top 3 de lugares para mudarnos), por el entorno que lo rodea y por los vecinos, tanto locales como replobadores, con inquietudes culturales y profesionales muy afines a las nuestras. Queríamos ir YA.
Pero había que esperar por carga de trabajo.

Apenas dos semanas más tarde, tuvimos el primer contacto virtual. Una reunión a tres bandas: Juan (Proyecto Arraigo), José Antonio (el alcalde del pueblo) y nosotros (aspirantes a convertirnos en nuevos vecinos).
¡Estábamos nerviosos! Nos sentíamos como si fuéramos a pasar una audición o una entrevista de trabajo. A los cinco minutos, esa sensación se había disipado.

¡Qué fácil y agradable era compartir nuestras inquietudes y conocer algo más del pueblo que el destino había puesto en nuestra diana!
“Nos vemos pronto. Iremos a mediados de octubre”.
¿¿Pronto??
Eso son casi dos semanas de nuevo. No hay nada más relativo que la percepción del tiempo.
¡Qué largo se hace cuando toca esperar por algo que estás deseando!

Y nosotros deseábamos ir al pueblo para conocerlo en directo y ver cómo nos sentíamos en él. Pero todo llega, también el día señalado para ir al pueblo: el 14 de octubre. ¡Sonrío solo de recordar la emoción de ese día!

Nos estrenamos por la zona comiendo en Ayerbe, visitando Biel, otro pueblo precioso que se nos presentó y, ya por la tarde, por fin en Santa Eulalia de Gállego. Tiempo solo para un encuentro rápido con el alcalde, José Antonio, y Guillermo, su pareja, en Casa Felisa. José Antonio nos presentó la agenda del día siguiente. ¡Madre! Ni los Reyes.

Todo el día agendado al milímetro. Que si visitar opciones de alojamiento, ir a comer, más visitas. Hasta la televisión aragonesa vino a grabar nuestra incursión. Y, como colofón, clase de posicionamiento en Internet y cena posterior. Si nos faltaba algún motivo para caer del todo rendidos ante el pueblo, con tal recibimiento fue imposible resistirnos.
Este es nuestro pueblo. ¡Está más que decidido!

Aquí nos venimos apenas coordinemos el tema del alojamiento y de la nave para la actividad de Roberto, que es carpintero. Yo, como coach de idiomas, puedo trabajar desde cualquier punto. Ventajas de ser emprendedora digital.
Y de ir a un pueblo que te facilita el espacio para poderte conectar y, de este modo, ser tan operativo y diligente en el entorno rural como en cualquier urbe.

Nos fuimos del pueblo con el corazón que explotaba: exaltados por lo vivido y por el tiempo que tocaba esperar para hacer el desembarco real, con todos los bártulos. Nos fuimos también con una invitación para dar una ponencia en el Gran Evento del Emprendimiento Rural que tendría lugar en el pueblo durante 14 días el mes de noviembre.

El destino se volvió a poner de nuestra parte y quiso que pudiéramos vencer las limitaciones de movilidad actuales y pasar por el pueblo justo el día que tenía que dar mi ponencia sobre idiomas en el entorno rural. Hay que vigilar y mucho con lo que se desea. Porque se puede hacer realidad.Cuando hablé con Juan aquel primer 17 de septiembre y me comentó sobre este evento de emprendimiento rural promovido por uno de los vecinos del pueblo, especialista en marketing digital, por mi cabeza pasó un rápido “yo quiero estar ahí”.

Y ahí estábamos.
Volviendo al pueblo para dar la conferencia y pasar una noche llena de emotividad.
Porque así es.
Este camino se labra a base de emociones.
Este compartir.
Esta ilusión por dar larga vida a los pueblos.
Estas nuevas oportunidades a los que compartimos este propósito.
Este estilo de vida tan incierto en algunos aspectos, pero que vale tanto la pena cuando lo que te mueve es conectar contigo mismo, estar en un entorno tranquilo, ganar calidad de vida y compartir la vida con quien amas.
Esa misma persona que, antes de cruzar el puente que salva el río Gállego de camino al pueblo, me susurra con brillo en los ojos: 

– ¿Amor, sientes que volvemos a casa?
– Sí…

COMPARTIR

OTRAS ENTRADAS

Deja una respuesta