“Los nuevos de Olavide”

La teoría del eterno retorno nos muestra cómo, cada cierto tiempo, sean unos años, sean unos siglos, los eventos se repiten con el único cambio de los personajes que los viven y los que los escribimos. 

En el siglo XVIII se hablaba de un gran proyecto de colonización que dio lugar a la creación de Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, con el infatigable peruano Don Pablo Antonio José de Olavide y Jáuregui, en adelante Pablo de Olavide, como principal impulsor e ideólogo.

En el siglo XXI se habla de repoblación como la que vive Carboneros, una de esas poblaciones fundada hace tres siglos, que vive hoy en día un crecimiento de éxito desde que, hace tres meses, empezara a colaborar con Proyecto Arraigo gracias al también infatigable Don Domingo Bonillo Avi, alcalde del municipio durante los últimos 22 años (salvo los años que van del 2003 al 2007).

Tres siglos separan estos eventos. 

Un mismo propósito los une: ayudar tanto a los pueblos menesterosos de habitantes, como a las nuevas familias que se asientan en busca de un mundo mejor. 

Con personajes diferentes, pero con pensamientos y realidades que se asemejan más de lo que podría parecer a primera vista.

En la España de Carlos III, el llamado camino real que conectaba Madrid con Cádiz era un nido de malhechores, vándalos y todo tipo de suertes a su paso por Sierra Morena.

Una zona sin apenas población que dejaba desprotegido a todo aquel que se aventuraba, por necesidad o por desconocimiento, a pasar por esa zona.

Con el fin de proteger una de las principales vías de comunicación por aquel entonces, a la par que generar riqueza en la zona gracias a una sociedad modelo agraria, el sector por excelencia; Carlos III, junto a su Equipo Ilustrado, dio pistoletazo a una de las empresas más ambiciosas de la segunda mitad del siglo XXI: la creación de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena y Andalucía, con la llegada de 6.000 colonos (ni más ni menos) procedentes de las orillas del Rin.

D. Pablo de Olavide fue nombrado el máximo responsable de esta gesta. No se le puede poner otro nombre cuando se asume el devenir de 6.000 colonos de otras nacionalidades para que vivan y trabajen el campo. Un quehacer desconocido para muchos, al venir de otros oficios.

Significaba tanto el lanzamiento de esta zona para el tercer hijo varón de Felipe V, que llegó al trono tras los fallecimientos de Luis I y Fernando VI, ambos sin descendencia; que no escatimó en recursos para favorecer la llegada de los nuevos colonos. Dispuso que se les facilitara un hogar, tierras, herramientas, animales, exención de tributos durante un año, entre otras facilidades.

Un reconocimiento al valor y al esfuerzo de aquellos rancheros centroeuropeos que un día se alejaron de sus haciendas en busca de una tierra prometida.

Lo que terminó, como resulta de fácil intuición, en quejas, lamentos y reivindicaciones de las personas locales que veían un trato de favor muy injusto y desventajoso para con ellos.

La repoblación, con nuevos vecinos o colonos, pone sobre la mesa desafíos que no conocen el tiempo.

Que las familias encajen en el pueblo.

Hablar claro para evitar falsas expectativas ni dependencias insostenibles.

Se trata de dar una oportunidad real de vivir dignamente y de forma autosuficiente a los nuevos vecinos.

No hay medios, como en la otrora empresa de Carlos III, para mantener a los nuevos llegados solo por aumentar el censo.

Repoblar por repoblar no entra en la ecuación.

Evitar ese temor innato, comúnmente presente en los locales, que termina en frases lapidarias del tipo “vienen a quitarnos el trabajo”.  

Para ello, las empresas cercanas a Carboneros son una alternativa.

También la promoción de nuevas iniciativas. 

La vivienda, condición sine qua non, gracias a la promoción de viviendas económicas que faciliten el acceso tanto a parejas jóvenes del pueblo como a los que llegan.

El trabajo, con la más que posible apertura de un área de servicio que generará hasta una veintena de puestos.

La vuelta de oficios, como el de pastor que visitó todas las dehesas de la zona.

La instalación de nuevas empresas, como un posible emprendedor fabricante de jabones.

La repoblación significa hacer vida normal. Tanto para los que están, como para los que arriban.

El rol del ayuntamiento, y especialmente el de su máximo representante, debe allanar todo este proceso.

Volcándose con las familias desde el primer contacto hasta el advenimiento con un trato cercano y acogedor. 

En tan solo los tres primeros meses de colaboración con Proyecto Arraigo, Carboneros ha recibido 12 familias presencialmente.

De las cuales, dos se han instalado ya.

María y Manuel con sus numerosos hijos. Resultado de la colaboración con el Ministerio de Defensa. Él, ejerciendo de carpintero. Ella, iniciando nueva andadura profesional.

Beatriz y Jonathan con sus dos hijos. Él, soldador en una empresa vecina. Ella, permitiéndose un lujo al alcance de muy pocos: estar plenamente al cuidado de sus hijos.

Innovación a disposición del pueblo para que no viva nunca su propia crónica de una muerte anunciada.

Historias e historia se funden en esta crónica.

Con un exquisito bagaje intelectual a sus espaldas, D. Pablo de Olavide se codeaba en sus viajes por Europa con el mismísimo Voltaire.

Nuestro de Olavide actual no se queda atrás.

– Su móvil arde, nos cuenta Almudena. Tiene muchísimos contactos, se mueve entre actores, cantantes, futbolistas, empresarios de la zona, gerentes de grandes empresas. Es una máquina. Todo le gusta.

20 años dedicados a crear riqueza, bienestar y futuro para su pueblo dan para mucho.

Precisamente uno de esos contactos, el antiguo seleccionador nacional de fútbol, D. Vicente del Bosque, le puso en alerta sobre la labor de la Fundación Lumière.

Conociéndole como le conoce, D. Vicente del Bosque intuía (y bien) que el corregidor de Carboneros aportaría su visión y dinamismo a esta fundación que nació hace 20 años con el propósito de trabajar por el interés social, mediante la captación de fondos que permitan llevar a cabo proyectos sociales propios y ajenos. 

Uno de los programas solidarios es precisamente “El Aceite de la Vida”, fruto de la colaboración con el Ayuntamiento de Carboneros y la Cooperativa S.C.A. San Vicente en Mogón. Su objetivo es colectar fondos para destinarlos a distintos programas de desarrollo social, tales cuales lucha contra el hambre, la pobreza, la educación, la salud, la investigación, la infancia, la discapacidad, la exclusión social, la defensa de derechos y la protección del medio ambiente.

Empresas de primer nivel, como Vodafone y Securitas Direct, reciben el Galardón “Olivo Solidario El Aceite de la Vida”, que reconoce con un olivo centenario la labor solidaria de empresas y fundaciones.

La iglesia, con quien el alcalde colabora sin limitaciones ni prejuicios, de forma respetuosa, ateísmo incluido, recibe sus propios olivos: Olivo de su Santidad el Papa y Olivo de la Virgen de la Cabeza (la segunda romería más importante de España, por cierto, con una concentración de cerca de 800.000 personas en la Sierra de Andújar).

Es el Ecoparque Educativo “Por la Solidaridad y la Concordia de los Pueblos”, con sus 800 olivos, un escenario incomparable para eventos culturales que respiran arte por doquiera: música, danza, moda.

Además de esta fundación, Carboneros forma parte de la Fundación Pablo de Olavide que busca integrar a todos los municipios creados gracias a la colonización del siglo XVIII.

 – Somos los nuevos de Olavide, exclama Domingo. 

Se refiere a él y a otros alcaldes que, como él, hacen lo posible y lo imposible con más frecuencia de la deseada, para dar años de vida a sus pueblos.

Con una fuerza que les une a pesar de la distancia.

Las distancias, como las apariencias, a menudo engañan.

Domingo, fiel a sus principios, es un gran amante de socializar y hablar con la gente, sobre todo en ese ratito que se ha convertido en quizás un ritual. Su ritual. A las 20:30 le encuentras todas las tardes tomándose un café tranquilamente. Aprovechando, teléfono en ristre, para mantener esas conversaciones que el ajetreado día no le ha permitido hacer.

Quizás fue en uno de esos momentos cuando conversó con José Ramón Reyes Luna, alcalde de El Frago, con quien ya nos hemos cruzado en otras crónicas. 

Quería conocer de primera mano el trabajo de otras poblaciones que están trabajando con Proyecto Arraigo.

Pero… ¡oh, casualidad!

O será causalidad…

Acabó descubriendo que su homólogo es hijo de un vecino de Guarromán.

Nieto de un alemán nacido en Carboneros.

Ambos tienen sangre de andaluz del Rin.

Sangre de cambio.

Sangre de campo.

La historia se repite.

Nosotros también.

No es posible terminar esta crónica, salpicada de ilusión, voluntad y determinación, sin dar las gracias a D. Domingo Bonillo Avi por su incesante empeño.   

Una apuesta personal y profesional a disposición de todos.

Vielen Dank. 

Bedankt.

Gracias.

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