La Generación R

¿Son los periodos profundos de cambio los que marcan el nacimiento de una nueva generación?

Algunos se decantan por esta teoría. Otros, simplemente por el transcurso de ciertos años: entre 20 y 30.

Si nos quedamos con la primera opción, siguiendo esta regla de tres, la historia de cada sociedad, de cada país, tendrá sus propios cortes generacionales. 

Así, por ejemplo, la llamada generación “baby boomers” americana y española no coincidieron ni en espacio ni en tiempo, puesto que aquí llegó más tarde. En concreto, en las décadas que transcurren de 1957 a 1977, cuando nacieron en España 14 millones de bebés.

Sin embargo, si hay una generación que comparte más características entre países, esa es la Y, más conocida como los Millennials. 

Efecto y causa de la globalización y de ser la primera generación nativa digital. 

Se incluyen en esta generación todos aquellos nacidos entre los años 1981 y 1996. A fecha de hoy, 25 de septiembre de 2021, tienen entre 25 y 40 años.   

El cambio en sus prioridades es algo que les caracteriza.

Han aplazado casarse y tener hijos a favor de una buena educación y una seguridad económica. 

Sin duda, lo primero depende en gran parte de lo segundo.

Vivir una crisis financiera también marca y limita el acceso al mercado laboral. Seguir estudiando se convierte muy posiblemente en la alternativa a su primer trabajo.  

Lo que les lleva a ser la generación con mejor educación.

De eso se preocupan y ocupan los padres.

En las ciudades, por supuesto.

En los pueblos, por defecto.

En estos últimos, un mensaje cala hondo: “Vete y estudia” o “Estudia y vete». El orden de los factores no altera el resultado: no vuelvas. 

El pueblo no es para vosotros. Aquí no hay oportunidades.

Si queréis desarrollaros profesionalmente, la ciudad es el lugar.

Otra generación que engrosa la ya de per se bien corpulenta España vaciada.

El mundo rural ha visto partir de forma constante e impotente a boomers, X, millennials, Z.

La despoblación no entiende de generaciones.

La repoblación, tampoco.

Ya sea X, Y, Z o Alfa.

Todas pueden converger en una.

La generación R.

R de rural.

R de responsabilidad.

Ruralitas del campo. Responsables del cambio.

Alba Barrio Martín, ruralita de pies a cabeza, es la responsable de liderar el Ayuntamiento de Grajera, en la provincia de Segovia, desde hace ya 6 años.

Una alcaldesa millenial que ha vivido, desde la naturalidad de casa, lo que significa esa posición. 

Dio sus primeros pasos poco antes de que su padre diera los suyos  propios como alcalde. Una andadura de 32 años. Hasta que la llamada del relevo generacional hizo acto de presencia.

Más o menos el tiempo estimado que dura una generación, dicho sea de paso.

“Si sacáis un equipo joven, me retiro”, le dijo su padre un día.

Alba formaba parte del consistorio como concejal y se encargaba de la asociación cultural del pueblo, La Picota.

Aceptó el reto.

Había que formar equipo.

No un equipo cualquiera.

Un equipo joven, preparado y polivalente. Que pueda y sepa pivotar sobre diferentes áreas como cultura, deporte, urbanismo y medio ambiente.

En un pueblo de 260 habitantes, con 5 concejales en la legislatura actual, 7 en la anterior (todos menos uno del susodicho equipo), los recursos son muy limitados. Cuánto más autosuficiente sea el grupo y menos necesite apoyarse en contratación externa para gestionar los proyectos para el pueblo, mejor.

Si algo claro tiene Alba es que hay que asignar, con precisión de cirujano, el presupuesto disponible en función de las prioridades del pueblo, descartando o posponiendo incluso promesas electorales.

¿Un ejemplo?

La construcción de la piscina municipal.

Una promesa electoral que hicieron y que, de forma consciente y con el posible riesgo más que asumido, está frenando al máximo porque el coste de oportunidad es muy elevado.

La inversión es de tal envergadura que, en su lugar, permite hacer frente a otros asuntos más importantes para el pueblo.

La instalación de la fibra, sin ir más lejos.

Un sueño hecho realidad.

La pandemia con el confinamiento ha traído el teletrabajo. Incluso en poblaciones como Grajera, que no tienen fibra, se ha podido trabajar.

Ni tan mal. Es decir: relativamente bien.

Pero donde esté la fibra que se quite todo lo demás.

Tener fibra, a caballo entre sello de calidad y garantía de comunicación, facilita ese discurso donde se hace hincapié en que teletrabajar en el mundo rural es, en términos de velocidad, calidad y fiabilidad, igual que en la ciudad. 

Lo de la mejor calidad de vida viene intrínseco y resulta obvio.

En Grajera, más.

Sin ser pueblo cabecero de comarca, ha visto aumentar su padrón, en los últimos 6 meses, en 30 personas.

No han esperado a la fibra.

La calidad de vida es lo primero.

También el acceso a servicios básicos que Grajera ofrece en sus calles o bien dispone a 4 kms, en Boceguillas.

Este aumento viene de vecinos de otras poblaciones cercanas.

Un aumento agridulce, que no se engañe nadie.

Cuando la visión que se tiene es de crecimiento comarcal, no local, desvestir a un santo para vestir a otro dista mucho de ser una solución.

“Queremos que venga gente de fuera”, nos comenta Alba. “Proyecto Arraigo nos ayuda a buscar gente de Madrid. Es muy cómodo y facilita mucho el proceso”.

Además, da tranquilidad y confianza.

Los filtros de Proyecto Arraigo y el propio Ayuntamiento que recibe, selecciona y decide sobre la llegada de nuevos residentes; son clave para que los vecinos permitan que sus hogares cerrados a cal y canto se oreen al acoger a nuevos inquilinos. 

También porque otro freno, la sombra del turismo de fin de semana, se desvanece.

Los nuevos llegados van cargados de ilusión y con la esperanza de despertar, cual aurora, una nueva vida en Grajera.

“Una vida más consciente, más conectada”, dice Beatriz, técnica de Proyecto Arraigo que lleva esta zona, además de la Sierra Norte de Madrid. “Grajera es un pueblo para vivir con calma que tiene casas en alquiler disponibles. Viviendas particulares y del ayuntamiento”.

Algo que confirma la alcaldesa al aprovechar la promoción que se hizo tiempo atrás de 20 viviendas de protección oficial que no llegaron a adjudicarse. “Solo se necesita montar la cocina y ofrecer en alquiler”.

Un alquiler para parejas jóvenes, para parejas mayores, para parejas en edad de jubilación.

No importa a qué generación correspondan.

Todas son bienvenidas y entran dentro de la Generación R.

Todas ellas pueden disfrutar y beneficiarse de la frescura de Alba y su equipo. 

Grajera es un pueblo joven. En su arquitectura y en su población.

40 vecinos en edad escolar.

38, la media de edad.

Una esperanzadora muestra de cómo las generaciones más jóvenes se han plantado ante el “estudiar e irse”, conscientes de que en su municipio pueden desarrollarse profesionalmente igual que en una ciudad. 

Aquí lo que ha calado es el amor que se les ha inculcado por su Grajera natal. 

Amor y pasión es lo que Alba tiene con su labor como alcaldesa. 

Lo que más le gusta es la cantidad de temas que salen. Aprende constantemente.

¿Su mayor desafío?

Que no se la vea como un rival, sino como una más. Como alguien cercano.

La política genera ciertas distancias a pesar de que, en un pueblo, la política es otro nivel.

Alba, la mediana de tres hermanas, es la que más ha acompañado a su padre en su faceta de alcalde. Le ha despertado siempre mucha curiosidad. 

Esta curiosidad le ha permitido eliminar miedos y barreras al puesto y a las responsabilidades que el cargo implica. Y asumir el reto de convertirse en el relevo generacional en la alcaldía.

Esa cercanía con la que ella lo ha vivido hasta donde alcanza su memoria es la que busca en la relación con los demás.

Su puerta está siempre abierta. De hecho, no hace falta personarse en la Plaza del Ayuntamiento, 1.

El ayuntamiento pone a disposición de sus vecinos múltiples canales para fomentar la colaboración y recibir propuestas populares.

Algunas se pueden hacer realidad. El baile entre las diferentes actividades de este verano pasado es prueba de ello. También una zona ajardinada.

Si algo aprendió durante sus cuatro años como concejal es que la labor de la asociación cultural es crucial para dinamizar el pueblo y arraigar a los que tienen su segunda residencia en Grajera, la primera principalmente en Madrid.

La actividad mensual, dos a ser posible, permite que haya movimiento los fines de semana.

Destaca de su pueblo a la gente. Lo acogedores que son.

Unos vecinos que han pasado de 90, cuando ella era niña, a los 260 actuales.

Aún hay mucho camino por recorrer.

Camino que seguirá mientras el equipo esté contento, el pueblo más y, sobre todo, mientras haya objetivos y cosas nuevas por hacer. 

“Esto es lo que hace que se desarrolle el pueblo. Que no sea mera gestión”. 

Que así sea.

Brindamos por tu misión generosa, por tu compromiso con el pueblo, por ser un ejemplo de esa generación que se fue para estudiar y volvió para apostar por el lugar que la vio nacer.

Y lo hacemos con parte de este hermoso poema de Francisco Villaespesa con su Misa del Alba:

“En el dulce silencio campesino,
y en copas de cristal, el labio bebe
la frescura del alba, como un vino
de rosas rojas conservado en nieve”.

Va por ti, Alba.

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